18 de enero de 2007

Ségolène y Sarkozy, nuevos aires para Francia

Por Emilio S. Zaballos

El Partido Socialista y la Unión por un Movimiento Popular, ya tienen sus candidatos a la Presidencia de la República Francesa. Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy son los presidenciables. Dos maneras de entender el futuro de un país como Francia, pero con un objetivo muy parecido: hacer recuperar el desánimo generalizado hacia la figura de la nación que ha fomentado la inseguridad, los desordenes sociales y los constantes “cambios de rumbo” político de Chirac para mantenerse en la cuerda floja del poder.

Ségolène Royal

Ségolène nació en Dakar en 1953. En aquella época, Senegal era una colonia francesa, y su padre Jacques Royal, era miembro del ejército. Ségolène era la cuarta de ocho hermanos y desde pequeña sufrió el autoritarismo machista de un padre obsesionado por la disciplina y el orden. Aunque Royal no esconde su mala relación con él, heredó su rigor y su capacidad analítica. Pronto entendió que “la única posibilidad de libertad era tener éxito en los estudios y tener una profesión. En mi familia, el destino de las niñas era casarse y dedicarse a la familia. Para escapar no tenía otra alternativa que tener éxito, alcanzar buenas calificaciones y siempre ir un poco más lejos que los demás". Independiente, socialista, feminista, ecologista, partidaria del matrimonio homosexual y defensora del aborto son ideas que iban a contracorriente de la educación que había recibido, basada en valores muy conservadores.

Se graduó en la L'Ecole Nationale d'Administration (ENA) en 1980. Fue nominada consejera de estado al año siguiente y en 1988 le eligieron diputada socialista por Deux Sevres, cuyo mandato revalidó en 1993, 1997 y el 2002. En 2004 alcanza la presidencia de la región de Poitou-Charentes y empieza una carrera política imparable, en gran medida gracias al apoyo de François Hollande, actual primer secretario del partido Socialista y padre de sus cuatro hijos.

Ségolène anunció, en septiembre de 2005, su deseo de optar a la candidatura, en la revista Paris Match: "por primera vez los franceses están preparados para votar por una mujer; se trata de un acontecimiento histórico”. Se definió a sí misma como una "gacela que corre más rápido que los elefantes", en referencia a los pesos pesados de su partido. Los elefantes intentaron defenderse: "¿Quién se ocupará de cuidar a los niños?" se preguntó Laurent Fabious, al recordar que el compañero sentimental de la candidata es Francois Hollande. "La presidencia no es un concurso de belleza", apostilló Jack Lang. Lejos de desmoralizarse, Ségolène empezó a sacar partido a esa sonrisa a lo Audrey Hepburn y a lanzar una mensaje que pronto caló en las clases más humildes.

Con un discurso, que evocaba al más popular Kennedy, se acercó a gran parte de la población y lo que en estos momentos era más importante, convenció a los miembros de su propio partido de que era la mejor candidata para “destronar” a Sarkozy (que aun no había sido elegido candidato) o al propio presidente Chirac. Tras la larga y dura campaña interna, Ségolène fue proclamada en las elecciones primarias del Partido Socialista, candidata a la Presidencia de la República con el 60,62% de los votos y por delante de “los elefantes” Dominique Strauss-Kahn (20,83%) y de Laurent Fabius (18,54%).

Ségolène denuncia en su programa, dirigido a los sectores más vulnerables de la sociedad, la presidencia de "la ferocidad, la precariedad y la brutalidad" del capitalismo y apela a “reducir la brecha que separa a pobres y ricos". Apuesta por “una sociedad nueva, basada en el trabajo y la seguridad duraderos; en la educación y la prevención”. “La globalización tiene lo mejor y lo peor, pero todo depende de lo que hagamos nosotros" ha declarado. Confía en “la Europa de la gente, de la inteligencia, de la calificación, del medio ambiente y de la investigación para definir la era post petróleo".

Nicolas Sarkozy

"Enérgico", "autoritario" y "excesivo" son los tres adjetivos que eligieron los franceses para definirlo en un sondeo. Con fama de ir por la vida como un torbellino, el más popular de los políticos de derechas (por delante del presidente, Jacques Chirac, o del primer ministro Dominique de Villepin), transmite a sus conciudadanos "la talla" de un jefe de Estado. Brillante en su discurso y adepto del estilo estadounidense, Sarkozy aparece frecuentemente flanqueado por su segunda esposa, Cecilia Ciganer Albeniz, con la que tiene un hijo. A Cecilia, de la que estuvo separado un tiempo, la conoció cuando llevaba sólo dos años casado con Marie-Dominique Culioli con la que tuvo otros dos hijos.

La lucha contra la inseguridad y la inmigración ilegal han sido dos de los pilares sobre los que "Sarko" ha construido buena parte de su popularidad desde su puesto de "número dos" del Gobierno y titular de Interior que ocupa desde 2002, con un breve paréntesis. Una plataforma que le ha permitido en estos casi cinco años un "pique" con uno de sus grandes mentores: el presidente Chirac. Su destino se cruzó con el de Chirac en julio de 1975 y rápidamente se introdujo en su círculo privado, gracias a su talento y a su amistad con la hija y asesora del actual presidente, Claude. La ruptura llegó cuando Sarkozy apoyó a Edouard Balladur cuando era primer ministro, frente a Chirac (entonces alcalde de París) en las Presidenciales de 1995. Sarkozy apostó al número equivocado y pasó entonces para los Chirac de ser "el pequeño Nicolas" al "pequeño traidor".

Tras "la trición", Sarkozy invernó en su alcaldía de Neuilly, salvo un paso relámpago por la presidencia del Reagrupamiento por la República (RPR, fundado por Chirac y ahora integrado en la UMP), donde tuvo que endosar una dura derrota en las europeas de 1999. En mayo de 2002, Sarkozy fue nombrado ministro de Interior, aunque se "había preparado" para ser jefe del Ejecutivo, cargo que recayó en Jean-Pierre Raffarin. Ese puesto también le pasó de largo en junio de 2005, cuando Chirac cambió a Raffarin por su fiel Villepin. Pese a la lógica decepción, Sarkozy echó mano en esas dos ocasiones de su arma secreta: su desenfrenada actividad, lo que le ha permitido estar en el centro de los proyectores con éxito, incluso en los momentos más difíciles, como fueron los altercados en los barrios conflictivos del otoño de 2005.

El pasado día 14, Nicolas Sarkozy, recibió el apoyo del 98,01% de los conservadores de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), en una votación que contó con la participación del 69,01% de los 336.000 afiliados del partido. En su primera intervención como candidato, dejó de un lado el pasado y no dudo en tener palabras de agradecimiento Chirac. Pero Sarkozy tiene las ideas claras y para marcar distancias con los chiraquianos, preconiza la "ruptura", ahora "tranquila", con la forma de hacer política de las últimas décadas y reivindica el legado de Charles de Gaulle: "el hombre de todas las rupturas porque siempre rechazó la continuidad, los conformismos, la costumbre".

Sarkozy, admirador de la figura de Aznar y el liderazgo que ha ejercido al frente del Partito Popular, ha declarado que debe ganar "para todos los franceses", no sólo para los votantes de la derecha. "Mi Francia, es la Francia de todos los trabajadores, de aquellos que no creen en el inmovilismo de los socialistas", ha declarado el candidato conservador.

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